La paciencia tiene un límite. Cuando sentimos que se ha traspasado, lo mejor es dejar al costado del camino ese algo/alguien que nos agobia. Seguramente habrá otro/a que pueda ocupar ese espacio vacío y que nos haga bien, en vez de generarnos malestar. - Este proceso produce tristeza. Pero madurar es aprender a soltar. Las pérdidas son necesarias para crecer. - No todo pasado fue mejor. Este pensamiento peca de nostalgia en exceso. Una mirada optimista sobre la vida es la que nos impulsa a creer que lo mejor siempre está por venir. Y esto no quiere decir que olvidemos que si llegaremos a esa meta fue gracias a lo vivido. - Si soltamos a tiempo, seremos personas menos quejosas, rencorosas, oscuras. Sin duda, seremos mejores. La vida es un aprendizaje. Como cuando aprendimos a caminar, a hablar, a leer, también nos toca aprender a no aferrarnos a nada ni a nadie que nos haga infelices. Y a no olvidar que para cuidar lo que sí nos gratifica debemos entrenarnos para liberar (que no es lo mismo que dejar) aquello que tenemos miedo de perder.
(tomado de internet)
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